Al final, miramos el mundo y uno se dice: ¡coño!...Esto no funciona. Incluso apesta. Apestan las sucesivas crisis sin sentido, apesta este consumo mórbido, apesta está gran comedia televisiva llamado democracia, apesta por la tierra infectada hasta la medula, apesta este Sur llevado en correa por el Norte y conducido hasta su descomposición, apesta este culto del trabajo, de la competitividad, de la productividad, apestan las discriminaciones que distinguen razas, sexos…Apestan estos millones de tristes rutinas sumisas a la jerarquía y a la rentabilidad, apesta la seguridad vial que se vanagloria en cuanto puede, apestan esas guerras atroces que se condenan alimentándose de nuevas armas…Pero lo que apesta de verdad es… la resignación.
El tabú de la revolución ya no tiene razón de ser: es éticamente aceptable favorecer la explosión de subversión en individuos neuróticos, afectivamente bloqueados y muscularmente hipertónicos. En definitiva, la mejor manera de acceder a un psicoanálisis exitoso: Una explosión de cólera coherente enfocada en la insurrección amorosa
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